PAPEL LITERARIO DEL PERIÓDICO EL NACIONAL DEL DOMINGO 16 NOVIEMBRE DE 2025
Palabras de Introducción de Nelson Rivera del Papel Literario del 16 de noviembre de 2025.
Amigos lectores:
I.
El pasado lunes recibí el más reciente libro de Allan Brewer-Carías: Derecho a la Democracia, a la luz de la doctrina de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre Venezuela (Editorial Jurídica Venezolana Internacional, 2025). Nada menos que un libro más -seguramente no será el último-, que viene a sumarse a su producción descomunal, sólida, articulada y excepcionalmente influyente. Una obra enorme producida con una singularísima disciplina, no de un cartujo -aunque la comparación resulte reveladora-, sino de un hombre de mundo, orgánicamente conectado a nuestro tiempo.
II.
Derecho a la democracia supera las 800 páginas. Del mismo, leí solo las más de 70 páginas que tiene el Pórtico escrito por el propio Brewer-Carías: en esas páginas, como en buena parte de su obra está el jurista dotado de un arsenal técnico incomparable; el erudito que ha transitado por la vida con una inmensa biblioteca en las espaldas y en la memoria; el escritor que ha patentado una prosa insobornable en su lógica y claridad; el pensador de grandes horizontes, al que no se le escapan los detalles (la edición incluye, además del largo recorrido de Brewer-Carías por el asunto, ensayos de Rafael Badell Madrid, Carlos Ayala Corao, Gerardo Fernández Villegas y el prólogo de Asdrúbal Aguiar).
III.
Basta con el título, Derecho a la Democracia, para volver a otro aspecto crucial de su obra: la de estar siempre próxima a los temas medulares, a las cuestiones decisivas, no solo del Derecho, también de la política y la historia de las ideas, la conceptualización de las instituciones; de los derechos humanos, el estatuto de la convivencia y el Estado de Derecho. La biografía intelectual de Brewer-Carías es un viaje del Derecho Administrativo al Derecho Constitucional, entendidos como un estratégico observatorio para pensar y desentrañar a Venezuela y más allá.
IV.
La obra de Brewer-Carías debe resumirse siempre precedida de la fórmula más de: autor de más de 260 libros propios; de otros 60 y tantos como coautor; más de 1450 conferencias y ponencias; destinatario de reconocimientos en varios países, incluyendo más de 24 obras publicadas en su homenaje; miembro de no sé cuántas academias en el ámbito de la lengua española; editor, profesor universitario y más. Quiero añadir que sus libros, al menos los que conozco, son gruesos volúmenes. Nada de libros flacos o cuadernillos. Su tropismo es el del largo aliento.
V.
Recuerda Sergio Dahbar, editor y biógrafo de Brewer-Carías, lo dicho por Pedro Nikken, fundamental jurista venezolano: “por sí sólo, Allan Randolph Brewer-Carías es un fenómeno cultural dentro del Derecho en Venezuela”. Sin duda. Pero me atrevo a sugerir una aproximación de más amplias ambiciones: si un intelectual es un sujeto que tiene la lectura y la escritura como sus herramientas vitales; que hace de la práctica del pensar complejo su fundamento existencial; si ha cultivado un campo temático que no ha parado de alimentar y expandir a lo largo de seis décadas; si ese pensar está vinculado hasta los tuétanos con la historia y el devenir del país; y si, además de todo lo anterior, resulta que ha construido una obra tentacular, cuya irradiación y ascendiente es cada vez más evidente, entonces concluyo que Allan Brewer-Carías debe ser uno de los mayores intelectuales venezolanos de nuestro tiempo. Excepcional presencia en la Venezuela de las últimas seis décadas.
VI.
Entre las páginas 1 a la 10 se despliega el homenaje que, con su gentileza característica, coordinó Ramón Escovar León. Escriben: Jesús María Casal, Gabriel Ruán Santos, Leonardo Palacios Márquez, José Ignacio Hernández G., Jesús María Alvarado Andrade, Eduardo Jorge Prats, Antonio Silva Aranguren, Víctor R. Hernández-Mendible, Ramón Escovar León, Jesús Caballero Ortiz y Sergio Dahbar. Solo me queda por añadir: son artículos cargados de argumentos que valoran la obra y el hacer de Allan Brewer-Carías. También incluí un mínimo fragmento del mencionado Pórtico de Derecho a la Democracia que, espero, ofrezca al lector pistas sobre la cuestión.
VI. La página 11, con la que cerramos esta edición, reúne hoy a tres de nuestros columnistas:
-Ruth Capriles ofrece la sexta entrega de sus Ensayos morales. Se titula Un Manual de Carreño para la Matrix: “La IA no sabe más de lo que le contamos, pero ella sabe más de lo que sabe cada uno porque sabe lo de todos; es el Otro, el espejo, de todos. Su poder reside en conocernos tanto cuanto le revelamos y podemos esperar que conocerá todos los secretos humanos, dada la tendencia confesional mundial a lavar la ropa sucia en público, ante el adminículo que nos conecta a la Matrix”.
-Roger Vilain parte de Arturo Uslar Pietri (1906-2001) y se conecta con el escritor ecuatoriano Alfredo Pareja Diezcanseco (1908-1993): “Leer al autor ecuatoriano significó darme de bruces con quien sin dudas compartía la convicción de aquel mago de mi niñez: la de escudriñarnos como latinoamericanos y la de propiciar los golpes sobre la mesa, necesarios, urgentes, para escapar del marasmo, de la improvisación, de la ignorancia y del hartazgo en relación con lo que íbamos siendo”.
-Keila Vall: Literatura entre soundtracks, playlists y álbumes habla de tres autoras que coincidieron en la VII Feria del Libro de NYC: Camila Urioste, Patricia Benito y Legna Rodríguez Iglesias. “Estas autoras y sus textos desplazados, rotos, metafóricos, rítmicos y sonoros, ofrecen una mirada memoriosa y cuestionadora al paisaje exterior e íntimo. Visitan extrañadas pasado y presente, los interceptan con fervor, suspicacia y pregunta, y corroboran a sus lectores que toda historia suena”.
VIII.
Acojo aquí el comentario que me envió Laura Margarita Febres el pasado fin de semana. Me faltó señalar que Rafael Bolívar Coronado (1884-1924) fue el autor solo de la letra del Alma Llanera. Omití recordar a Pedro Elías Gutiérrez (1870-1954), autor de la música.
IX.
Insistiré en una cuestión, que creo haber mencionado alguna vez: admirar a quienes lo merecen, es un privilegio de ciudadanos. Diré: un deber republicano. Una consecuencia del estatuto democrático, que hace posible la circulación franca y libre de ideas, obras y méritos. Reconocer y agradecer a los meritorios, no a los vanidosos de efímero brillo, nos honra y dota de genuina organicidad a la vida en común. Pienso en algunas de nuestras ediciones recientes -Mercedes Pardo, Asdrúbal Baptista, Carlos Pacheco, José Rodríguez Iturbe, María Fernanda Palacios, Allan Brewer-Carías y más- y me digo, Válgame Dios, qué regalo.
Todo lo mejor, apreciados lectores.
Nelson Rivera.
